Uganda: Las amenazas no logran frenar la lucha por el reconocimiento de las tierras indígenas
Kaheru Brian, un indígena banyabindi de Uganda comprometido con su comunidad, demuestra que hay formas de superar las amenazas en el transcurso de la defensa de la tierra.
La comunidad banyabindi es uno de los grupos indígenas marginados y desplazados de sus tierras ancestrales debido a décadas de conflicto y abandono. Tradicionalmente vivían de la cría de ganado y la práctica de la agricultura en las tierras altas de Rwenzori, pero fueron desplazados durante los disturbios entre 1962 y 1980. Comenzó entonces su lucha por el respeto y la protección de sus tierras ancestrales.
Aunque la Comisión de Igualdad de Oportunidades de Uganda falló a su favor en 2007, los derechos sobre la tierra de la comunidad no se han resuelto. Sin embargo, esto no les ha disuadido. Las acciones para obtener el reconocimiento de sus tierras han continuado durante todos estos años.
Kaheru ha desempeñado un importante papel en la defensa de la comunidad. En 2024, la búsqueda de justicia se hizo más intensa. En busca de visibilidad para avanzar hacia la resolución del prolongado conflicto, Kaheru organizó tres conferencias de prensa en las que destacó los derechos sobre la tierra de Banyabindi e incluso visitó al rey del vecino Rwenzururu para explorar soluciones pacíficas.
Aunque su activismo sí dio a conocer la difícil situación de su comunidad, también le puso en grave peligro. El 13 de agosto de 2024, Kaheru recibió una amenaza de muerte anónima en su recinto, un vívido recordatorio de los peligros de ser un defensor indígena de su comunidad.
Desde ese día, Kaheru vivió con una amenaza inminente contra su vida al saber que corría graves riesgos con este trabajo. Para protegerse y continuar con su trabajo, Kaheru tomó medidas de seguridad críticas.
Kaheru no se planteó renunciar a la defensa del territorio. En lugar de eso, utilizando los recursos disponibles, instaló ocho circuitos cerrados de televisión alimentados por energía solar en su casa y su oficina para contrarrestar los frecuentes cortes de electricidad en su zona rural y adquirió dos perros de seguridad para que actuaran como alarmas de alerta temprana.
Todo ello ha creado un entorno más seguro en el que continuar su labor de defensa con confianza.
"Ya no vivo con miedo", afirma Kaheru. "Ahora puedo centrar mis energías en ayudar a mi comunidad sin tener que mirar por encima del hombro a cada paso". Pero lo más importante es que la seguridad añadida de Kaheru le ha protegido de la violencia y le ha infundido un espíritu de esperanza y resistencia en la comunidad de Banyabindi.
El hecho de que se detuviera a uno de los autores de las amenazas y se le pusiera a disposición judicial ya decía algo: no iban a callarse en su búsqueda de justicia.
Kaheru atribuye esta mejora al apoyo del Fondo de Defensa Legal y Refugio de IPRI, que le ha permitido prestar más atención a su seguridad mientras busca justicia por medios legales.